GORDA, LUEGO EXISTO
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GORDA, LUEGO EXISTO
Es la biografía de una chica obesa que no vive en el país de las maravillas sino en Uruguay.
Es un viaje irreverente y mordaz por los rincones más incómodos de la identidad, el deseo y la locura en una sociedad obsesionada con la delgadez. A través de una serie de relatos breves basados en seis entrevistas en profundidad, desmonta mitos, desafía cánones y lanza un grito de resistencia contra la dictadura de la belleza única.
Es un piñazo en la panza: incómodo, necesario y urgente.
¡Ropa interior!
Hoy vamos a hablar de un tema serio... ¡La ropa interior! Esa farsa de la industria textil que supuestamente está diseñada para TODAS nosotras, pero que en realidad es un altar sagrado donde solo las flacas pueden ofrendar sus culos.
¿Alguna vez han intentado comprar lencería sexy talla grande? Yo sí. Y he descubierto que la moda no está hecha para cuerpos como el mío. No, no, la moda es una dictadura, un culto a la costilla flotante, donde si pasás cierta talla, básicamente te mandan al exilio. ¿Querés encaje? ¿Transparencias?
¿Diseños sugerentes? JAJAJA. No, mi amor, tu destino es la bombacha reforzada con tela de cortina de hospital y el sostén con estructura de puente colgante.
Voy a una tienda y veo la ropa interior “normal”... mínima, delicada, pensada para cuerpos que no sudan, que no ocupan espacio, que existen solo para adornar. Y luego está mi sección: batas de monja disfrazadas de bombachas. ¿Colores? ¡Ja! Te jodiste. Porque si sos gorda, automáticamente perdés el derecho al rojo pasión o al negro misterioso. No, a vos te tocan los tonos “refrigerador viejo”, “gris tristeza” y “beige renuncia”.
Pero la cereza podrida del pastel es EL PRECIO. ¿Sabían que nos cobran más? ¡Nos cobran más por existir! Porque claro, si mi culo ocupa más espacio en este planeta, el capitalismo quiere su parte. Entonces, ¿si una flaca compra dos tanguitas XS, debería pagar lo mismo que yo por una XL?
¡Hagamos matemáticas, hijos de puta! Pero no, la ecuación es otra: más tela, más castigo. Más tela, más caro. Más tela, más culpa.
¡Ropa interior! Y ni hablar del mensaje subliminal que nos escupen en la cara: “Gorda, vos no podés ser deseable. Agradecé que te dejamos taparte.” Porque no vaya a ser que una gorda se sienta sexy, poderosa, con ganas de romper el mundo... ¡ESO SERÍA UN ESCÁNDALO! Porque la economía del deseo está diseñada para que las flacas sean el objeto y nosotras, el chiste.
¿Saben qué quiero? Quiero lencería que me haga sentir como una diosa del porno y no como la tía que duerme con remera vieja. Quiero bombachas que no parezcan hechas con material reciclado de globos aerostáticos.
Quiero encaje que no raspe como una esponja de cocina. Y quiero que dejen de vendernos la idea de que la sensualidad es un privilegio y no un derecho.
Así que diseñadores de moda, escúchenme bien: déjense de joder. Hagan ropa interior que no parezca diseñada para una misión en el espacio.
No quiero usar un paracaídas en el culo, quiero que si me lo ven, digan: “¡WOW, QUÉ BOMBÓN!” y no “¿Esa es la lona de una carpa de camping?”.
